María José Acuña Beláustegui


HIRIENTE


Hasta hoy comprendo lo tonta que he sido,
tan ciega y estúpida por haber creído,
por haber amado un sueño inalcanzable
pues para ti fui tan poquita cosa
que ya no me guardas ni compasión, ni lástima
Déjame, es inútil, no tiene remedio
déjame que quiero estar conmigo a solas
y respirar un poco por esta amarga herida
que tú has abierto con tu indiferencia,
con el silencio que prefieres mantener a distancia
¿Que ya no me quieres? eso lo sabía,
fui poca mujer para esa tu hombría,
aunque en el fondo de este desengaño
siempre supe que había otras en tu vida,
pero soy tan ilusa, que te espero todavía
A todas las amaste, pero al fin a ninguna,
te sientes tan hambriento de amor y de sexo
que no habrá nadie que encuentre conformarte,
yo sé que no soy nada, apenas una sombra,
una flor reseca entre tu harén de flores
que más pronto que nunca olvidarás un día.
Vete en paz ahora, ¿de qué sirve suplicarte?
Vete por Dios, ¡Vete cuanto antes!
no me hagas hablar, ¿no me ves hundida?
¿Que solo tengo palabras hirientes?
Que no son reproches, no te lo mereces,
qué le vas a hacer, así fuiste siempre,
me lo merezco yo por ser harto insistente,
y ni de dignidad me queda un solo resto
¿qué puedo decirte? se nos acabó el tiempo
Hoy me ves así, herida en mi amor propio,
mañana Dios dirá, seguro que te olvido,
pero ahora no hablemos, no quiero lastimarte
desde este corazón que tú despreciaste,
porque te confieso al final del camino
que este amor que siento se volvió despecho.
***

María José Acuña Beláustegui

HIJO MÍO DEL TIEMPO

Te llevo conmigo y en la soledad, hijo mío...
en mis entrañas secas que un día te esperaron.
Te esperé en la primavera de mis fértiles años,
te esperé en la ternura que brilló en mis ojos,
te esperé en cada amor que se convirtió en fracaso,
te esperé en las caricias que llevaron mis manos,
te esperé con las ansias que agotaron mis lágrimas

Pero nunca naciste y te seguía soñando
para verte crecer en mi ilusión, sembrado
para sentir de tus labios llamándome madre.
Aunque ya esté marchita de tristeza y cansancio
toda mi vida te seguiré aguardando
en cada niño que me tienda sus brazos,
en cada vientre que esté alumbrando

Te llevaré mientras viva esta nostalgia
de no haberte tenido arrullado en mis pechos
de no haberte besado la frente y dormido en mi seno
Hijo mío, fuiste la esperanza que murió con mis sueños
fuiste esa alegría que frustró ese tiempo,
pero te sigo sintiendo renovado en el recuerdo,
en este vientre que te esperó siempre

Y en cada cuna que hallo vacía
te mezo en silencio para que te duermas,
duérmete hijo mío del ayer y del verso,
duérmete mi niño, que te llevo dentro...

***

 

María José Acuña Beláustegui


OSCURIDAD
Desnuda y fría me encierra la noche,
desoladas pintan las paredes otra ausencia tuya
pronto saldrá la luna y aún te espero...
sumida en la nostalgia de tu voz
dejo a las estrellas mi lamento
cubierta de negrura y de nada...
busco entre las sombras el roce de tu piel
y sólo siento la helada caricia de la sábana.

Mientras el atardecer agoniza en mi ventanal,
mientras las hojas se marchitan
todo calla en esta tarde que te extraña.

Camino por las calles inundadas del ruido y de gente,
quisiera encontrarte en cualquier esquina
correr, precipitarme en tus brazos
ahogar este anhelo en tus labios,
pero enmudece el viento tu eco
y desnuda me duermo en el vacío cuarto.

Oscuridad que cubre todos los rincones,
se cierra la noche sobre mi corazón y mi cuerpo,
esperando tu regreso, apurando el reloj
siento desolación en el lecho
mientras más te aleja este silencio
y nubes de presagio rondan mi mente,
si alguna vez no volvieras...

Oscura y desnuda llamo al sueño,
para sentir tu respiración en mi cuello,
para morder en la almohada esta impotencia...
en algún lugar te encuentras del otro lado del mar,
en ese tu pequeño pueblo...
donde la nieve guarda tus huellas
donde esperan florecer los almendros
de allí un día vendrás como reza tu promesa,
tu beso disipará la oscuridad... y la niebla...

 

***

 

María José Acuña Beláustegui